Aparentemente
con la reciente aprobación de la Ley contra el lavado de dinero por parte de
la Asamblea
Legislativa –y si pasa de ahora en adelante con el aval del
Ejecutivo– el dinero del llamado Fomilenio II destinado para el “desarrollo” de
la zona costera del país se desembolsará en los próximos meses. A pesar de las
reservas hasta ahora mostradas toda apunta a que se iniciarán obras para el
“progreso” de los pueblos y ciudades cercanas a la costa salvadoreña. La
noticia en principio es buena. No obstante, hay que tener presente que existe
la posibilidad de que esas obras causen algún tipo de daño ambiental en la zona
en complicidad de gobernantes locales con tal de utilizar esos recursos.
Hacer calles o
asfaltarlas, remodelar parques,
edificaciones, rutas turísticas,
etc., sin duda serán algunas de las acciones que se harán con ese dinero
proveniente de Estados Unidos. Cada una de esas obras se deben de hacer siempre
y cuando se haga con cierta sensibilidad y consideración por el medio ambiente
y no solo por progresar. Sobre este último punto es que en este breve artículo
se quiere llamar la atención, sobre todo cuando se tienen dirigentes políticos locales
quienes por alguna lógica extraña identifican progreso con cemento. En muchos
casos cuando a algún alcalde de ciudades o pueblos pretende “mejorar” caminos
rurales o urbanos, el cemento es la solución; cuando se deciden a remodelar un
parque, el cemento es indispensable acompañado de la tala de árboles frondosos
y/o legendarios; si hace falta un espacio lúdico para eventos de
entretenimiento, ahí está el cemento.
Esta fijación
con el cemento hace que normalmente las obras de “progreso”, según quienes las
llevan a cabo, no se considere en lo más
mínimo la armonía entre este producto de construcción y distintos elementos
naturales de importancia para el cuido y equilibrio medio ambiental. Los
árboles por ejemplo, sobre todo en las
zona costera donde hay mucho calor, juegan un papel de mitigante frente a las
altas temperaturas y el sol. Es probable que los arquitectos que diseñan las obras de progreso con cemento sean los
culpables de no considerar la anterior armonía o quizás ni siquiera sean
expertos en diseños arquitectónicos quienes elaboren los planos sino empleados
municipales “creativos” con nulo o poco conocimiento especializado en la
materia y por tanto, terminan por hacer destrozos ecológicos y estéticos (ver
fotos 1 y 2).
Foto 1: “Remodelación de parque municipal” en el municipio costero de San Juan Talpa, Depto. La Paz. Fotografía: Carlos Hernández, julio de 2014 |
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Dado el peligro
que representan este tipo de políticos cementeros, el ministerio de Medio
Ambiente y Recursos Naturales (MARN) debe de asumir un rol más protagónico,
debe de estar alerta frente a todo lo que se viene con el Fomilenio 2. Su fin
debe ser el de regular en la medida de lo posible que, tanto políticos locales como pequeños,
medianos o grandes empresarios, en nombre del cemento (o progreso) no terminen
por hacer una regresión que tenga consecuencias ecológicas graves que luego se
traducen en enfermedades o “desastres naturales”.